En una sociedad que vive cada vez más la diversidad y la inclusión, los órganos de gobierno de las empresas no pueden voltear hacia otro lado. Y cada vez son más las voces institucionales que pugnan porque así sea. En la última versión del Código de Mejores Prácticas (2018) se consideraba la inclusión de las mujeres en el Consejo de Administración como una de sus mejores prácticas.
Por su parte, el IPADE Business School, a través de su Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección (CIMAD), en conjunto con CEMEX, Credit Suisse e EY México han creado un directorio de mujeres capaces de participar en el Consejo. Mientras que, Great Place to Work (GPTW) considera la diversidad e inclusión como un eje transversal de su evaluación y publica su propio ránking en el que da a conocer a las empresas que viven esta filosofía.
Sirvan de contexto las siguientes cifras de GPTW México: el 39% de las personas en edad laboral que sufren de alguna discapacidad cuentan con trabajo, el 45% de los puestos mandos medios son ocupados por mujeres y el índice de rotación voluntaria de las empresas diversas e incluyentes mejoran su rotación en un 19% y contar con esta cultura genera alrededor de 700 iniciativas al año.
Es decir, igual de importante que la participación de las mujeres, es considerar como posibles consejeros a cualquier persona, que añada valor desde el expertise que la empresa está buscando para su Consejo de Administración. Sin embargo, considero que establecer cuotas de representación no asegura que un Consejo de Administración sea realmente incluyente y diverso.
Desde mi perspectiva, el camino más sostenible para lograr que el Consejo obtenga el máximo beneficio de la diversión e inclusión (mayores iniciativas, análisis más contrastado, mejor resonancia dentro del órgano colegiado y hacia el exterior: mayor reputación y aceptación por parte de los consumidores) es a través de la vivencia de estos dos valores en todos los niveles de la organización o de lo contrario la conformación del Consejo será solamente para tratar de dar cumplimiento a las voces institucionales.
Contar con una filosofía de inclusión en todos los niveles da sustento a un consejo incluyente y es reflejo de la sociedad en que participa la sociedad y genera esa confianza de su comunidad. Apostar por un consejo que vele por los intereses de la sociedad en la que se encuentra: diversidad de género, personas con discapacidad, pueblos originarios, desigualdad económica, brechas salariales...Coincido con Daniela Sosas “la diversidad de género es muy importante, pero por sí sola no asegurará la existencia de un Consejo de Administración diverso”. Es decir, vano será constituir un Consejo de Administración que incluya a personas de distintos géneros si la empresa no brinda igualdad de oportunidades a lo largo de su estructura ni procura una inclusión real en los servicios y productos que ofrece a su comunidad.
Más sobre el autor:
Ramiro Záizar
Gerente Sr. en temas de Gobierno Corporativo, Planeación Estratégica e Implantacion de Comités de Prácticas Societarias, Auditoría, Riesgos y Consejos de Administración en más de 20 empresas a nivel nacional.