Autor:
Andrea Carolina Cervantes Castañeda
Coordinadora de la Dirección de Género y No Discriminación del Instituto Electoral de Participación Ciudadana del estado de Jalisco
Hemos concebido el adultocentrismo como la única manera de relacionarnos entre las distintas generaciones, por lo que pocas veces logramos identificar el momento en el que se vulneran los derechos de las personas que no se ven favorecidas por esta hegemonía. El adultocentrismo es esa forma en la que percibimos a las personas adultas como aquellas que ostentan el poder y son el modelo de referencia para desenvolvernos en la sociedad. Esta relación asimétrica que desea sostener las relaciones de poder prevaleciendo jerárquicamente a las personas adultas.
Aunque esto a simple vista no parece ser el gran problema, las dificultades comienzan cuando dentro de esta sociedad existen personas no adultas que viven y se desenvuelven bajo sus propias creencias, ideologías y formas de percibir el mundo; y el problema en sí, no es la existencia de estas personas no adultas, sino el intento de que encajen bajo el mismo molde.
El adultocentrismo se concibe como esta construcción social que vulnera los derechos de las infancias y personas adultas mayores, pero poco se ha hablado de que este enfoque también permea los derechos de las juventudes. Lo cierto es que se habla poco de las juventudes.
Leonardo Minchala menciona que existe una visión de moratoria social que considera a la juventud “en una etapa de transición de la niñez a la adultez, en el que por ahora no son nadie y están preparándose para el mundo adulto, para llegar a ser alguien en la vida”.
Es justo aquí, de donde se derivan acciones “justificadas” y normalizadas, que atentan contra los derechos de las personas no adultas. Dentro de esta lógica de pensamiento, se construyen relaciones asimétricas que ponen en condición de inferioridad a las juventudes con la justificación de que se encuentran en proceso de formación en el que no logran desarrollarse con actitudes “aptas” para desenvolverse en diferentes ambientes como lo es en el ámbito laboral.
De acuerdo con un estudio, la OIT visibilizó que la tasa de desempleo es notoriamente distinta entre jóvenes y adultos, en las cuales se visibiliza que los jóvenes están por debajo de los adultos.
Una Encuesta de Juventud realizada por el INJUV el 55% de los casos no estuvo de acuerdo con que los jóvenes recibieran un buen trato de parte de sus empleadores.
Las juventudes resisten y persisten ante un sistema que no les favorece, que no solo cuentan con pocas probabilidades de conseguir un empleo siendo discriminados por su condición; sino aunque llegaran a entrar a estos espacios, les espera una violencia sistemática y normalizada por una sociedad que justifica la desvalorización “justificado” por la edad.
Más sobre el autor:
Andrea Cervantes
Abogada, maestrante en Políticas Públicas Comparadas, así como Consultora y Evaluadora de Políticas Públicas. Actualemente se encuentra como Coordinadora de la Dirección de Género y No Discriminación del Instituto Electoral de Participación Ciudadana del estado de Jalisco.